Declarados Bien de Interés Cultural los 59 órganos históricos aragoneses más representativos, entre ellos el de Brea de Aragón

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El de Brea de Aragón es el primer órgano conservado de Joseph de Sesma, organero principal del primer Barroco aragonés, en el que tanto la caja (modelo ejemplar de la época) como el secreto y cierta parte de la tubería son originales.

El órgano de la iglesia de Santa Ana de Brea de Aragón ya es Bien de Interés Cultural (BIC). El Consejo de Gobierno aprobó recientemente el decreto por el que se declaran Bien de Interés Cultural (BIC) 59 órganos históricos aragoneses situados en las tres provincias de la Comunidad Autónoma: 10 en Huesca, 15 en Teruel y 34 en Zaragoza, entre ellos el de Brea de Aragón. La protección de estos 59 órganos, considerados los más relevantes de Aragón, como BIC de carácter mueble es fundamental para garantizar su conocimiento, difusión y conservación como testimonio irremplazable del patrimonio cultural aragonés.

Conocido desde la Antigüedad clásica, el órgano, como instrumento musical, ha evolucionado y adoptado múltiples variantes hasta la actualidad. Como elemento ligado a la liturgia católica, se constata su presencia desde los inicios del cristianismo, pero es a partir del siglo XIV cuando se documentan los órganos parados (no portátiles).

En la segunda mitad del siglo XV se produce el asentamiento de los grandes órganos en los templos, primero en los de mayor rango y en los monasterios, para generalizarse en las iglesias a lo largo del siglo XVI y siendo indispensable para el culto durante el Barroco.

Es precisamente durante los siglos XVII y XVIII cuando se conforman las escuelas europeas de organería, creándose diferentes tipologías instrumentales según escuelas y países, entre las que destaca la alemana por el uso de un cuerpo de pedal, o la española por las trompetas en batalla.

En las primeras décadas del siglo XIX, Francia da un nuevo impulso a la construcción instrumental y propone un órgano romántico, que inmediatamente evoluciona en Inglaterra y Alemania, mientras que en el siglo XX es América del Norte la que asume el protagonismo.

Tras la Segunda Guerra Mundial se produce un doble movimiento en la evolución del órgano: por un lado, la producción del modelo denominado neoclásico y, por otro, la recuperación del patrimonio histórico organístico.

Tipológicamente, entre los órganos históricos conservados en Europa se puede establecer una primera diferenciación en función de si se pueden desplazar o no. Respecto a los primeros, son muchos los términos utilizados para designarlos (portátiles, realejos, portativos, procesionales, etc.), mientras que en cuanto a los segundos es apropiado hablar de órganos parados o asentados, con una estética que va evolucionando con las corrientes artísticas de cada época.

En la Europa católica los órganos han sido uno de los principales medios de atracción de fieles y han constituido un lenguaje diferencial para acercarla a los fieles. De este modo, constituyen un importante legado material formado por notables obras de arte, pero también un relevante legado inmaterial como elementos transmisores de cultura.

Los órganos en Aragón

Dentro de este panorama general, Aragón destaca porque en su territorio se han conservado numerosas muestras excepcionales de órganos desde el siglo XV hasta el XX, con ejemplos representativos de todas las épocas y estilos tanto para las cajas (desde el Gótico hasta el Modernismo) como para los instrumentos (desde el órgano blockwerk hasta el sinfónico), lo que constituye un legado cultural y patrimonial de primer orden.

La conservación en Aragón de cuatro cajas góticas es un caso único en el mundo, reflejo de un momento histórico de gran desarrollo de la organería como parte de un proceso general de florecimiento de las artes a finales del siglo XV, que culminará en el Renacimiento. En este periodo Aragón se mantuvo a la cabeza a nivel nacional en este arte gracias al organero turiasonense Guillaume de Lupe, genio creador que cambió el devenir del órgano, modernizándolo y proyectándolo hacia un brillante futuro.

Durante el Barroco la presencia de órganos de la más alta calidad se generaliza por todo el territorio aragonés, documentándose maestros organeros en numerosas poblaciones de las tres provincias, ya que el órgano es una fuente artística y artesanal de primera magnitud en el orden económico y gremial aragonés de los siglos XVII y XVIII.

En el convulso siglo XIX, tras el Concordato Iglesia-Estado de 1851, Aragón vuelve a liderar la organería no solo nacional, sino también ultramarina, exportando desde Zaragoza órganos a numerosas iglesias de otros continentes, manteniéndose varios talleres activos hasta la Guerra Civil.

Conscientes de este valor, las instituciones aragonesas llevan décadas impulsando tanto la conservación y restauración de los órganos históricos aragoneses como su catalogación y estudio.

El órgano de la iglesia de Santa Ana de Brea de Aragón, es de tubos ibérico barroco, obra de Joseph de Sesma (1658, Zaragoza). Se trata del primer órgano conservado de Joseph de Sesma, organero principal del primer Barroco aragonés, en el que tanto la caja (modelo ejemplar de la época) como el secreto y cierta parte de la tubería son originales.